A continuación mediante una serie de diferentes post (uno por pregunta y día) voy a ir copiando la entrevista sobre educación en el hogar que me han hecho para un trabajo de la Universidad Sara, Rita, Laura y Paula, estudiantes de 1º de Educación Primaria de Santiago de Compostela (La Coruña, España). Entrevista realizada el 6 de Diciembre del 2011.
Pregunta: Cuando decidió trasladarse a su actual residencia y educar usted misma a sus hijos, ¿Cómo se lo tomó su familia? ¿Cuál fue su reacción? ¿Cómo se lo explicó?
Lo decidimos antes de quedarme embarazada por lo que ya durante el embarazo empecé a planificar mi vida acorde a ello, a prepararla… Por supuesto me sentía muy insegura y bastante incapaz, especialmente porque el peso de la educación iba a caer en mí, no en el padre (dado mis estudios, cualidades psicológicas y emocionales, etc.) pero contaba con que durante los primeros seis años de vida de la niña podría prepararme mejor, madurar, informarme, organizarme, etc. Así como revaluar nuevamente la situación al término de ese plazo y confirmar si sigue siendo factible la educación en casa o no.
Cuando mis hijos tendrían unos dos y tres años el padre nos dejó por lo que la educación comenzó a ser monoparental. Requirió de muchísimo más esfuerzo y entrega de por mi parte pero a su vez, tenía más energía pues había mayor armonía en mi vida y en la de los niños y mi atención no necesitaba estar dividida así que la centré en su educación. También teníamos menos gastos económicos e ingresos similares.
Ocho años después comencé mi relación actual y mi compañero, aunque no les puede ayudar intelectualmente dado el lenguaje (habla muy poco el español), sí lo hace psicológica y emocionalmente. Les ayuda a conocerse más, a entender la vida y el funcionamiento de la mente y a tener consciencia…
Para mi familia ha sido bastante difícil. Usualmente, cuando haces diferentes cosas a lo previsto y estipulado, tu entorno tiende a ponerse en contra tuyo (o tú te pones en contra de él, je, je, je…) Las críticas te llueven por todos lados, de ahí la gran sensación de inseguridad que surge en uno. De ahí mi necesidad de por entonces de leer muchísimo sobre el tema. Así podía racionalizarlo mejor y “defenderme” mejor ante las críticas. Yo a la familia se lo intentaba explicar racionalmente. Mis padres se han ido volviendo cada vez más y más tolerantes pero no por ello les gustan mis métodos. Además, de un modo o de otro mis decisiones les repercuten en su vida privada ya que ellos a su vez también tienen que enfrentarse o soportar con educación las críticas de terceros, responder a preguntas que les hacen sus amigos o familiares sobre mis actos y, nos guste o no, en cierto grado ver afectado su estatus social, ya que existen unas reglas sociales a veces muy cerradas y limitadas e intolerantes en esta sociedad que hemos creado. Pero a su vez el amor existente entre mi familia es un gran lazo que está más allá de las barreras sociales y de valores. Por ello, no sólo mantenemos una relación por el bien de los niños sino que además disfrutamos de ella mucho más a cada año que pasa y maduramos todos. Respecto a mis padres, sinceramente puedo decir que soy una mujer muy afortunada.
El “gran relax” llega con los años. Recuerdo el día que mi padre me dijo algo así como: “Hija, no comprendo lo que haces ni me gusta lo que haces pero he de reconocer que si comparo a tus hijos con los nietos de mis amigos y con otros niños que veo por la calle, tus hijos están especialmente bien. Yo no sería capaz de hacer lo que tú haces ni lo comparto pero he de reconocer que funciona. Dices que es la consecuencia de tu modo de actuar. No sé si será así o no, por ello o no, pero he de reconocer que tus hijos crecen sanos y están muy bien” ¡Esa es la mejor respuesta!