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Lactancia en Tándem

Del Libro “Vida Libre y Natural” de Nuria Aragón Castro. (Mandala Ediciones, S.A.) Año 2002.

Lactancia en tándem

La lactancia en tándem consiste en dar de mamar a dos hijos de diferente edad a la vez, habiéndose reenganchado el segundo sin que el primero haya parado.

Cuando me quedé embarazada de Altair, Leila tenía ocho meses y, por entonces, mamaba como mínimo cuatro veces al día y, de vez en cuando, chupeteaba y se comía alguna pieza de fruta o puré.

Llevaba unos días sintiendo algo dentro de mí, pero como las pruebas decían que no había nada, me medio relajé hasta que un día, estando en la bañera con Leila, vi cómo ésta pegaba dos tragos a una teta para luego pasar a la otra y así sucesivamente durante un buen rato, en vez de mamar sólo de una como hacía siempre. Era como si sintiese el sabor cambiado, extraño. Para mí, este hecho fue la confirmación del embarazo. A lo largo de él, Leila siguió mamando, a veces con más frecuencia, a veces con menos, pero siempre cuando ella lo pedía y yo estaba a gusto. Normalmente la gente me criticaba mucho haciendo principalmente dos comentarios: que le estaba quitando el alimento al feto y, por tanto, éste iba a nacer con bajo peso y que me estaba quitando el calcio de mis huesos por lo que me iban a salir muchas caries nuevas y dañar la espalda considerablemente. Altair nació pesando tres kilos seiscientos gramos mientras que su hermana, la primogénita, pesó tres kilos. En el embarazo no sufrí de caries nuevas y, cuatro años después, no tengo ni he tenido problemas de huesos ni dolores de espalda. Las caries la provocan una acidificación de la saliva consecuencia de una mala alimentación, así como la eliminación del calcio del cuerpo, empleándolo en ciertos procesos de neutralización y eliminación de la acidosis y acidemia relativa de la sangre provocados también por una mala alimentación con abuso principalmente de refinados (azúcar, harina blanca, cereales, aceites...), carne, pescado, quesos duros, café, té, cacao, mate, sal, alcohol, almidones (incluso integrales), etc..., no por un hecho tan natural y sencillo como es la lactancia materna. Del mismo modo que el resto de los animales no sufren de pérdidas de calcio por lactar, nosotros tampoco salimos perjudicados.

Cuando Altair nació, Leila, con diecisiete meses, pasó de comer algunos alimentos además de mamar, a lactar única y exclusivamente. En estos casos, algunos niños rechazan el pecho sintiéndose muy mayores e independientes; Otros, como Leila, para aceptar la llegada de su hermano y sentirse seguros del arropo materno, deciden volverse lactantes al 100%. Yo a Leila se lo permití y al mes más o menos, se habían repartido los pechos: cada uno tenía el suyo ¡Y que al otro no se le ocurriese tocárselo o mamar de él!

Cuando pares tu segundo hijo, tu cuerpo se ha preparado para éste pues es el que más necesita de tus jugos, por lo que vuelves a tener calostro y la composición de la leche se adecua a la del niño menor, evolucionando según evoluciona éste y no acorde al mayor.

Para darles de mamar, como ambos solían querer a la vez, lo que hacía era tumbarme de lado y permitir con ello que el recién nacido no tuviese ninguna dificultad mientras su hermana se ponía tras mi espalda (para no aplastar a Altair) y de rodillas; Al principio, sobre un cojín pues no llegaba. Reconozco que pasé algún que otro momento duro y me sentía un poco vaca lechera. Todo el día estaba dando de mamar. A veces, estaba en el wc con Altair al pecho y Leila en las rodillas leyéndola un cuento para que no se molestase. Pero yo me sentía fuerte. Mi salud estaba muy bien y, aunque ahora veo ciertos errores en mi alimentación de aquella época, ésta era bastante decente y suave, siendo vegetariana con gran dominio de crudos y de frutas. Tenía leche para todo aquel que quisiese beber. Es increíble lo que el cuerpo puede llegar a producir. Ahora entiendo la de litros y litros que les sacan a las cabras o a las vacas. ¡Nosotras también podemos! Tan sólo hay que desearlo, alimentarse correctamente, dejar que las pautas las guíe el niño o los niños y poseer una salud mínima.

Leila actualmente no suele ser celosa de su hermano, y ambos saben compartir las cosas. Cuando veo lo sanos que han crecido mis hijos, lo confabulados que están y lo bien que se llevan, cuando siento esa unión tan especial que tenemos, esa conexión emocional y comunicativa, me alegro de no haber hecho caso a los rumores y las presiones en el embarazo y sí a mi instinto y a mis hijos.

Cuando das de mamar por períodos tan prolongados de tiempo, tus sensaciones corporales cambian mucho según va pasando el tiempo. Al principio, el solo acto de pensar en tus hijos hace que sientas cómo una inmensa corriente de río de leche sube hacia tus pezones deseosa de aflorar. Más adelante te ocurre eso cuando maman solamente, poniéndosete muy duros los pechos hasta que llega un momento (no recuerdo a partir de qué edad) en que ya no sientes nada. Yo me enteraba de que mis hijos estaban mamando porque cuando separaban sus bocas del pezón, caía por estas una gotita de leche, o porque ellos me lo decían... ya no sentía la subida de la leche ni se ponían más duros los pezones. El dejar de sentir o el haber cambios corporales no significa que ya no produzcas leche. Confía una vez más en ti, en tu instinto, en tu cuerpo y en la Naturaleza.

Respecto al aspecto físico de mis senos, es cierto que han cambiado mucho en estos cinco años de lactancia. Han pasado de ser duros, grandes y firmes, nada caídos, a ser blandos, pequeños y estar caídos pero, si este aspecto te-os preocupa, tened en cuenta varias cosas: Por un lado, cuando la lactancia finaliza, los senos se vuelven algo más duros otra vez (no sé si como antes de dar de mamar o algo menos, pues aún no he dejado la lactancia); por otro lado, mi alimentación en estos cinco años ha ido evolucionando poco a poco y tal y como es ahora, es bastante difícil que acumule grasa por lo que el tamaño de mis pechos disminuyó; Éste no tiene porqué ser tu caso pues seguramente no te alimentes como yo y cada cuerpo tiene su fisonomía y evolución diferente.

En todo este periodo no he hecho ningún ejercicio específico para evitar la caída de los senos. Si tú tienes la moral suficiente y cierto aspecto físico te importa bastante, creo que es mejor que te molestes en hacer ejercicios y tus hijos mamen a que no les des pecho por miedo a la caída de los senos. Y el último aspecto, que es el que yo siento: ¿por qué unos pechos caídos tienen que ser feos?, ¿por qué han de ser bonitos sólo unos pechos adolescentes? La edad también da belleza, muestra sabiduría. Unos pechos que han dado de mamar mucho tiempo son sabios y tiernos, maternales y dulces, naturales y cálidos ¿cómo no han de ser bellos entonces? Si su energía es bella, emanan belleza y armonía. La salud de tus hijos y la relación tan especial que tendréis, así como los recuerdos dulces, te lo agradecerán toda tu vida. Eso sí que es belleza.

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