A continuación voy a copiar el apartado "Temática en las Escuelas" de mi libro "Vivir sin Cole" (1ª Parte) para que podáis opinar sobre ello:
Temática en las Escuelas
“Un día paseando por el mercado, un tipo entrometido se acercó a Nasrudín y le dijo:
- Oiga Maestro, acaban de llevar una bandeja de pastelitos de hojaldre bien dorados.
Nasrudín, imperturbable, le dijo:
- ¿Qué me importa a mí?
- Pero lo llevaron a su casa
- Hombre, entonces ¿Qué te importa a ti?”
Este pequeño cuento me hace reflexionar sobre los mensajes transmitidos en las escuelas…
No es más sabio el que más conocimientos tiene, sino el que más recursos posee. Es una conclusión que he sacado estos últimos años.
Viviendo aquí en el campo, en un ambiente de supervivencia y necesidades materiales muy básica, he podido descubrir, ver y sentir que los únicos conocimientos externos válidos son aquellos que proveen de una mente despierta y saben hacer uso de sus capacidades instantáneamente con los recursos hábiles en el momento. En estas situaciones, de poco me sirve que alguien me diga que podría hacer tal o cual cosa en un tejado de una casa por ejemplo, si no hay dinero para esos materiales o resultan casi imposibles de conseguir, o si la reparación o acción tiene que ser inmediata para que no haya daños mayores. Lo mismo si el tiempo, la climatología, el lugar, las manos de obra y demás no acompañan a esa supuesta situación ideal para la que sólo se saben respuestas.
La creatividad y rapidez de acción con los recursos del lugar frutos del conocimiento de las leyes del karma y de una fuerte seguridad y confianza en uno mismo y en el Universo, son las únicas respuestas que me han valido para que todo se desenvuelva siempre favorablemente con fluidez.
Carla es una amiga de once años que se quedó a dormir en casa el otro día e hizo los 2 dibujos que pongo a continuación sobre su vida en la escuela y fuera de ella. Al ver Leila lo de english corner y preguntarla qué era, Carla contestó: “¿English corner? Es el rincón del inglés pero es un rollo de rincón porque nosotros no ponemos nada, todo lo pone la señorita”
Estas son palabras textuales a interpretar por el que las lee a su antojo.
Muchos estudios indican que no existen “malos estudiantes”, sino alumnos aburridos de los libros de texto principalmente. Cuando el aprendizaje se canaliza a través de los intereses del alumno, éste aprende como cualquier “buen estudiante”. El aparentemente simple acto de haber exámenes en gran parte de la educación actual conlleva muchas cosas en las que a lo mejor no hemos reflexionado:
Una de ellas, la más simple de ver, la presión y el stress.
Otra, la creación de un falso “status” social. Se identifica muy habitualmente la calidad de las notas con el status social pero, a mi entender, esto no tiene que ver con el coeficiente intelectual o la capacidad de estudio, o con el ser pobres o ignorantes, sino más bien con la predisposición cultural del hogar de nacimiento. Una persona que es criada en un hogar donde sus tutores no poseen apenas inquietud por el crecimiento intelectual y tal vez ni por el personal, es muy factible que él tampoco lo tenga a no ser que se esfuerce por actuar conscientemente en este campo. Los niveles sociales más bajos se encuentran muchas veces oprimidos por lo que su confianza en sí mismos puede declinar al mínimo inconveniente y con ello, el interés o inquietud por el crecimiento.
Los exámenes como tales sólo pueden ser válidos si son autocríticos, pruebas voluntarias del nivel de conocimiento, desarrollo o resolución del propio estudiante para el propio estudiante.
Resulta curioso el detalle de que nunca se hacen exámenes o pruebas para ayudar al maestro a mejorarse, así como para valorar la calidad de la comunicación entre alumnos y profesores. Recuerdo que en mi infancia, en el colegio privado al que asistí, todos los años se realizaba una especie de concurso cruel donde cada alumno designaba un premio limón y otro naranja a sus profesores. El premio limón se daba a aquel que menos te gustase (solía ser al más agrio, agresivo y castrante) mientras que el premio naranja se ofrecía al que más te gustaba. En éste, los elegidos solían ser los que más paciencia poseían y tomaban una actitud más de igual a igual, de amistad, en caso de no ser una relación paterno/maternal. Tras los votos de todos, salía el “vencedor” en ambos campos y se le entregaba un premio comprado por la clase (más bonito y con más ilusión para el premio naranja). Aunque ésta es una actitud un tanto cruel y discriminatoria no valiéndome como modelo a seguir, sí podrían hacerse encuestas tipo test donde los alumnos puedan expresar sus sentimientos reprimidos, intereses e inquietudes, buscando con ello el profesorado ya no sólo mejorar laboralmente, sino como humanos que son.
Si cojo los libros de texto del colegio y del instituto, veo tantas cosas que me indican que nada de eso quiero enseñarles a mis hijos... No creo ni practico las vacunas, opino que el ser humano es frugívoro, no omnívoro, no creo en el laboreo del campo ni en los materiales constructivos actuales. La historia no la valoro desde las guerras ni la geografía desde la política o la industria. No acepto la vivisección o experimentación animal ni unas matemáticas teóricas fuera de su contexto práctico. Tampoco acepto la espiritualidad muerta y dogmática transmitida por personas intelectuales faltas de experiencias internas, de conocimiento interno, y así con otras muchas cosas más. ¿Cómo explicarle a alguien que no se ha planteado estos temas, que toda la sabiduría está en nuestro interior desde antes de nacer, que el ser humano es frugívoro fisiológicamente hablando, las vacunas dañan, la ropa y el calzado nos sobran, las viviendas interfieren en nuestra salud, nosotros somos los únicos responsables de dicha, la enfermedad viene de dentro y no de fuera pudiéndose curar sólo desde el interior, todo lo que nos sucede es una consecuencia de la atracción de nuestros campos energéticos creados con nuestros actos, pensamientos y sentimientos siguiendo la ley del karma, así como que somos almas, no cuerpos. Seres de Luz capaces de realizar todo aquello en lo que creamos partiendo de una gran masa, la divinidad?
Además, ¿Quién es capaz de asegurarme qué es lo mejor que han de aprender mis hijos? A Altair le fascina el ajedrez y es realmente bueno en él para la edad que tiene. Como casi todos los niños copia e idolatra a sus padres. Su padre siente pasión por este juego y él lo lleva mamando a lo largo de esta existencia por lo menos. Supongamos que decide continuar con él sin pérdida de interés, se metiese en el mundo competitivo y alcanzase cierto status social por ello. Aunque desde muy pequeño hubiese decidido abandonar cualquier tipo de enseñanza y volcarse en el ajedrez, poca gente se lo criticaría o le cuestionaría sus capacidades intelectuales, en cambio, si no buscase la competitividad y no obtuviese por ello ese status social, aunque fuese mucho más docto en esta materia o dominase muchas otras a la vez, puede encontrarse con que no se le valoren sus capacidades. Desde luego, si vivimos en función de los demás, de lo que más van a valorar de nosotros, de lo que nos van a requerir o criticar..., podemos estar seguras tan sólo de una cosa: Que nunca vamos a atinar pues nunca pensaremos y sentiremos exactamente como el otro va a pensar y/o sentir. Por ello opto por algo más fácil y seguro: Fijarme y observarme a mí misma y actuar acorde a mis pensamientos y sentimientos, no a los de los demás. Éste es el único modo de atinar. Todo aquel que se sienta afín o a gusto conmigo, se arrimará y el que no, se alejará. El mundo es muy grande como para emperrarte en una persona concreta, peor aún si te olvidas de ti. La satisfacción personal está por encima de un programa preestablecido y sólo la propia persona puede conocer su recorrido para llegar a la satisfacción personal, nadie más. ¿Porqué privarle a mi hijo de la cantidad de horas de ajedrez que solicita actualmente? ¿O a Leila de las que pide de lectura y pintura?
Hay un texto de Jeannette Hermes en el libro “Hacia la locura” que también viene en “Psiquiatría Radical” que dice lo siguiente: (...)” La mistificación comienza muy pronto en la vida, cuando los padres son deshonestos con sus hijos. Muchos padres dicen a sus hijos que la escuela es un lugar donde aprenden cosas importantes que tienen que conocer, mientras que, en realidad, el niño descubre que no aprende nada de valor ni de interés, y que de hecho, está aburridísimo de todo aquello. El niño que acepta la opresión de la escuela a causa de la mentira de sus padres está alineado. Esta alineación consiste en su incapacidad para confiar sus propios sentimientos de fastidio respecto a la situación, porque acepta la sentencia de sus padres de que está aprendiendo cosas importantes en la escuela.”(...)