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nuria
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Toxoplasmosis

Apartado "Toxoplasmosis" del capítulo "Embarazo, Parto y Lactancia Maternas. Un proceso fisiológico, natural y consciente más de nuestra vida" de mi 2º libro "Vida Libre y Natural"
Si queréis, podéis responder dando vuestras opiniones, comentando vuestras experiencias, haciendo preguntas...
Ahí va:

La palabra toxoplasmosis suele crear bastante miedo a las parejas embarazadas e inmediatamente la relacionamos con los gatos. Recuerdo haber sufrido mucho por este aspecto en mi primer embarazo. Los conflictos de pareja se acentuaron en exceso por todo lo que esta palabra puede conllevar.
En esta sociedad en la que vivimos, donde el término dinero posee mucha influencia, resulta fácil manipular a las personas con la intención de no salir perjudicados económicamente. Normalmente se prefiere decir a una mujer embarazada que no ha pasado la toxoplasmosis que expulse de su hogar a todo gato con el que pueda convivir, antes que decirla que deje de ingerir carnes y embutidos. Desde luego mueve mucho más dinero este sector que el primero.
Tanto en el primer embarazo como en el segundo yo no había pasado la toxoplasmosis. Vivía con gatos diversos (en uno de ellos llegaron a ser incluso doce) y al abrir mi nevera lo que menos te podías encontrar eran carnes y embutidos diversos como el chorizo o el jamón. La ginecóloga, tras los análisis de sangre, se echó las manos a la cabeza e insistió contadas veces sobre mi “irresponsabilidad” por convivir con gatos y la importancia de que renunciase a ellos. El padre de mis hijos, al oír reiteradas veces esto, reclamaba la expulsión de susodichos animales con gran disgusto para mí. Había algo que no comprendía: La posibilidad de daños en el bebé por contraer la enfermedad no dejaba de ser eso, una posibilidad. En cambio, la posibilidad de dañar al bebé por expulsar a mis queridos hermanos, únicos compañeros junto con dos perros de mi soledad diaria, era segura pues iba a suponerme un bajón emocional fortísimo, una depresión, con todo lo que esto implica en el bebé.
Empecé a informarme sobre la enfermedad y sus modos de contagio. Esta enfermedad que en situación no embarazada se vive como si fuese un ligero constipado muchas veces no teniendo tú conciencia de dicha, estando embarazada puedes pasársela al bebé pudiendo provocar en él diversos daños de variada gravedad.
Tal y como entiendo ahora la vida, no tendría ni el más mínimo fantasma en esa situación pues, como considero que tanto la enfermedad como la sanación vienen de dentro y no de fuera sólo tendría que preocuparme de alimentarme correctamente de modo crudivegano, intentar ser fiel a mí misma realizando aquello que deseo únicamente, castrar los pensamientos y sentimientos negativos positivizándolos y meditar. De todos modos, cuando estuve embarazada, la vida no me había enseñado todavía todo aquello que ya sé y en lo que confío así que voy a comentaros los planteamientos que me hice.
Me enteré de que la toxoplasmosis la pueden “contagiar” la carne cruda o poco cocinada, las verduras regadas con aguas fecales y mal lavadas, los periquitos y los gatos, así como a través de la tierra contaminada incrustada en las uñas. Gracias al primer embarazo pude enfrentarme a mi costumbre de morderme las uñas y por primera vez en mi vida dejé de hacerlo. Desde entonces, no he vuelto a mordérmelas. Resulta muy agradable aceptar las nuevas situaciones como cambios que nos ayudan a vernos, responsabilizarnos y crecer. El miedo a la carne cruda y los embutidos no lo tenía pues no los ingería. La gente que consume estos alimentos habitualmente y no se siente capaz de eliminarlos de su dieta, ha de tener en cuenta que la mayoría de los casos de toxoplasmosis se dan en las personas que ingieren carnes y embutidos. No está de más el aprovechar la situación del embarazo para cambiar nuestros hábitos alimenticios. La fruta y la verdura pueden estar “contaminadas” por heces “contaminadas”. Esto se puede solventar lavándola concienzudamente (y no me refiero con lejía, cloro u otros productos químicos, sino con tiempo, dedicación y paciencia en agua lo más pura posible). Los gatos se suponen que puede pasar la enfermedad a través de sus heces y de la saliva si se acaban de asear. Respecto a la saliva es tan sencillo como no permitir que te chupen en la boca o lavarte las manos tras un largo rato de caricias, así como no hacerlo mientras se come. Respecto a las heces, para que “transmitan” la enfermedad ha de haber pasado por lo menos 24 horas tras su deposición. Si tú limpias la arena del gato a diario, este miedo desaparece, más aún si se encarga de ello la pareja u otra persona como yo reclamaba. Veamos cómo funciona la cadena respecto a los gatos: Primero tenemos que tener algún ave u otro animal menor infectado de toxoplasmosis. El gato ha de cazar y comerse dicho animal (por tanto, aquellos que no cazan no podrían contraerla según el criterio habitual). El gato ha de poseer muy malas defensas y estar débil contrayendo él la enfermedad. Yo, su compañera de hogar, he de tocar o rozar las heces del gato y, sin lavarme las manos, comer algo o tocarme la boca. Mi salud no ha de ser muy buena para que no pueda mi cuerpo defenderse y caiga enferma. La toxoplasmosis tendría que superar el filtro de la placenta y “pasar” hacia el bebé. Éste tampoco ha de estar muy bien para no poder defenderse y enfermar. Según la medicina oficial, dependiendo de la fase de gestación, hay mayor o menor posibilidad de riesgo de que el feto enferme, siendo mayor (hasta un sesenta por ciento) en el último trimestre. En el primer trimestre el riesgo es mínimo pero los daños pueden ser mucho mayores pues se está formando lo que será el cerebro. Luego, en caso de enfermar el feto, puede afectarle o pasarle de forma inadvertida.
Como dije anteriormente, hay que pasar por una serie muy amplia de posibilidades muy fáciles de esquivar, en cambio, la angustia y desolación, así como la falta de apoyo emocional, sí que afectan de seguro al bebé. Mis estados depresivos o de soledad angustiosa habrían hecho que el bebé recibiese menos oxígeno dañándolo. Cada uno ha de valorar y observar sus sentimientos acordes a sus juicios de valores, actuando con conciencia y en consecuencia. Yo opté por seguir conviviendo con mis amados amiguitos.
Recuerdo que, cuando era chavala, la vecina, unos amigos íntimos de mis padres, contrajo la toxoplasmosis estando embarazada de uno de sus hijos. Para más fastidio, tenía más de cuarenta años por lo que los miedos se la dispararon y la angustia la atenazó. La presión social y médica potenció todo esto dañando realmente al bebé con los estados de angustia y ansiedad de la madre. El niño nació perfecto, sin ningún tipo de problema, ni tan siquiera dislexia. ¡Cuánta angustia y cuánto sufrimiento se habría podido ahorrar la madre, cielos! Siendo responsables de nuestra alimentación podemos alcanzar una mayor libertad.

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