Copiado de mi libro “Vida Libre y Natural” Capítulo: “De la inseguridad a la confianza en la decisión de no vacunar”
• Vivisección y Vacunas.
Se llama vivisección a la experimentación animal (en esta denominación incluyo también la humana). Las vacunas tienen una relación muy directa con la vivisección, tanto en su investigación como en su elaboración y práctica. Se podría decir que el desarrollo de la vivisección surge con Claude Bernard en cierto experimento mediante el cual quitó el páncreas a cientos de perros para demostrar que éste no tiene nada que ver con la diabetes. Aquí la ciencia experimental comenzó a sustituir a la investigación clínica.
El día que me enteré al leer el Natura Medicatrix especial Infección e Inmunidad de 1997, de cómo se había elaborado la vacuna de la viruela, se me pusieron los pelos de punta, afloraron las lágrimas a los ojos y me quedé removida durante bastantes días. ¿Cómo podemos ser capaces de crear tanto sufrimiento y crueldad a unas vacas? Al principio transportaban en vagones de tren de acá para allá a niños infectados con el fin de poder hacer uso de sus pústulas. Si temían tanto a las epidemias de viruela, ¿No aumentarían las posibilidades de dichas y de contagios de este modo? Como este método supuso toda una revolución, decidieron emplear vacas. Mucha gente consideraba (y considera) a estos seres como inferiores y no tenían conciencia de la repercusión de su sufrimiento en la vibración de la Energía Universal por lo que sus conciencias se hallaban tranquilas. Para mí esto ya fue razón más que suficiente para justificar la no elaboración ni implantación de vacunas; Ya no necesitaba más. Para elaborar dicha vacuna ataban las cuatro patas de las vacas obligándolas a mantener esa postura tumbadas siempre, provocándolas a continuación la enfermedad y, tras absorber el pus de las pústulas con una jeringuilla, las mataban cruelmente. ¿Qué energía va a transmitir una vacuna creada entre tanto sufrimiento? Para la elaboración de las vacunas se emplean diversos animales: embriones de pollo, monos, ratones, células humanas, etc.
Muchas vacunas contienen antibióticos. La palabra antibiótico viene de Anti Bios significando “Contra la Vida”. Anteriormente los antibióticos surgían de una atenta observación, no de la experimentación animal. Ahora que provienen de la vivisección poseen muchos más efectos secundarios, creando mayor número de problemas.
De todos modos, me resulta increíble, por ejemplo, el planteamiento supuestamente beneficioso de la elaboración de una vacuna en ratones sanos y jóvenes para ser implantada en hombres ancianos e insanos o en bebés humanos no desarrollados inmunológicamente cuyas diferencias anatómicas y biológicas son inmensas.
Si a todo esto le añado que la anestesia es considerada como perjudicial en los experimentos, quiero cerrar los ojos y no saber nada más pues la congoja de mi corazón transporta ese sufrimiento animal a mi propio cuerpo, a mi alma. Ese dolor de los animales se hace mío...
La vivisección también se emplea en los humanos pues la mayoría de nosotros actuamos o hemos actuado como cobayas. Por ejemplo, la vacuna de la Meningitis A+C implantada en la Comunidad Autónoma de Madrid en la campaña del año 2000-2001 salió al mercado antes de cumplir la fase III clínica obligatoria de rigor, como muchas otras vacunas que se inoculan a lo largo de la historia. Los soldados americanos (entre muchos otros seres humanos como los del “tercer mundo”) también han sufrido infinidad de veces las consecuencias de las decisiones que las autoridades sanitarias de su país han elegido. Del mismo modo, se ha visto afectada la fertilidad de muchísimas mujeres que sufrieron con la inoculación de una vacuna la crueldad y manipulación de un estado que se planteaba el exceso poblacional. De todo lo que sucede con respecto a las vacunas en el llamado por algunos “tercer mundo” (definición muy curiosa pues valoramos como primero, segundo y tercero según unos valores o baremos que nada tienen de humanos, espirituales o existenciales) prefiero ni hablar pues no tengo capacidad ni fuerza moral hoy por hoy para hacerlo; Mi corazón se haya tremendamente encogido, bloqueando las palabras en mi mente. Al final de este libro encontrarás bibliografía suficiente donde indagar e informarte de estos temas. Baste comentarte que en mi experiencia personal, decidí darme de baja en diversas asociaciones como Prosalus y no comprar ni una sola tarjeta más de Navidad de Unicef y otras asociaciones que vacunan en aquellos países donde tienen más dificultades para defenderse, gran parte de las veces llevando lotes caducados o retirados del mercado en Occidente por sus graves daños. Con cada tarjeta navideña que comprase o con cada mensualidad pagada promovía todo esto, más sufrimiento y menos liberación. Más manipulación y experimentación. Ayudaba a que la inseguridad y el sentimiento de inferioridad en estos países aumentasen mientras la prepotencia, control y ego de Occidente aumentaba. No, decididamente no quería formar parte del juego.
Para mí la vivisección y todo producto resultante de dicha deberían de rechazarse, prohibirse. Puedo visualizar el miedo de unos animales que no comen o comen mal, que sufren todo tipo de agresiones, soledad, enfermedades y encierros. ¿Os imagináis la escena? ¿La admitís? Para mí el no verla no justifica su existencia, quiero ser consecuente con mis pensamientos, no quiero dejarme llevar por la dualidad de esta sociedad. No quiero contribuir con mi consumo a ensuciar mi alma y la de mis hijos con estos actos consecuencia directa de los míos. Veo una gran similitud entre las vacunas (supuesta eliminación de virus y demás) y la jardinería sistemática actual (eliminación de plagas, plantas denominadas “malas hierbas” y bichos diversos); Entre el jardín supuestamente perfecto (“puro” y “limpio”, sin insectos, hojas, hongos ni hierbas) y el cuerpo aparentemente perfecto (sin bacterias, hongos y virus), llevado también al cuerpo físico de una mujer (firme, sin arrugas, proporcionado, sin bello, con uñas largas y facciones muy delimitadas...). A mi entender, el resultado de toda esta supuesta visión de la pureza y la belleza es uno: insatisfacción, impotencia, energía derrochada, contaminación, frustración, infelicidad y sufrimiento. La solución: cambiar de “chip”. Volver a lo natural, a nuestra esencia, convivir, cohabitar, amarnos y amar a cualquier ser o cosa.